Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

17 de noviembre de 2017

ACERCA DE LA SOBRIEDAD Y LA MODERACIÓN


 EN LA I JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES


El Papa Francisco ha establecido que en el tercer domingo de noviembre, (este año el penúltimo domingo del año litúrgico), se celebre la Jornada Mundial de los pobres, para reflexionar acerca de los pobres y hacer un fuerte llamamiento a nuestra conciencia.

La Iglesia siempre ha considerado la formación de las conciencias como una tarea principal de su misión evangelizadora.

Por eso nos invita, en estos últimos domingos del año, 
a meditar acerca de las realidades escatológicas, 
sobre el fin último del hombre.

De la Epístola que se lee este día (1Tes. 5,6):

“Ustedes son hijos de la luz, hijos del día. 
Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas.
 No nos durmamos, entonces, 
como hacen los otros:
permanezcamos despiertos y seamos sobrios”.
   
 

  

LA VIRTUD DE LA SOBRIEDAD

(Reflexión en la I Jornada Mundial de los Pobres)


La sobriedad le da valor a las cosas que si son importantes, permitiendo a la persona que la practica saber cómo distinguir entre lo razonable y lo que es exagerado, en otras palabras, actuar con moderación. 

En efecto, cuando nos referimos a la sobriedad, lo hacemos pensando en la moderación y la templanza en el modo de actuar y vivir. Se actúa con sobriedad, cuando no nos dejamos llevar por los apetitos y los excesos, vivimos con sobriedad cuando no consideramos a las cosas superfluas como un fin en sí mismas.


La templanza es la virtud de vivir en la moderación y actuar con sobriedad. La sobriedad se manifiesta cuando somos capaces de reducir o disminuir la intensidad de algo considerado como excesivo. La sobriedad lleva implícita la prudencia, la sensatez, el buen juicio y la cautela. 

¿Entonces porqué no ser sobrios? ¿Debemos vivir preocupados de los apetitos? Vivimos muchas veces bajo la inclinación y el instinto que nos lleva a satisfacer deseos o necesidades de cualquier cosa, lo que nos produce una vida desordenada, pendiente solo de satisfacer los apetitos. 


“Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también tu corazón”. El tesoro inagotable, está en los cielos, allí están “las reservas que no se acaban”


La sobriedad nos debe hacer ver la vida con criterios distintos, es decir, no debemos llevarnos por el afán de poseer cosas que son innecesarias, y adquirir una serie de bienes más para satisfacer deseos de vanidad o placer, algo que muchas veces se hace enceguecido por el egoísmo y la presunción.


Si buscamos la vida eterna, tenemos que ir por un camino lejos de lo inmoderado, y más cercano de lo sobrio, en todos los sentidos de la palabra, en el comer y vestir. Leemos en el Evangelio: “No estén pendientes de lo que comerán o beberán: ¡no se atormenten!” “el Padre de ustedes sabe lo que ustedes necesitan”

La sobriedad nos permite ver más allá del placer temporal, es decir podemos entrever el misterio de lo eterno. La sobriedad nos entregará valores perdurables, y con ella sabremos mejor que es lo que vale en nosotros.





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